viernes, 2 de julio de 2010

CUELLO DURO Elsa Bornemann

—¡Aaay! ¡No puedo mover el cuello! -gritó de repente la jirafa Caledonia.
Y era cierto: no podía moverlo ni para un costado ni para el otro; ni hacia adelante ni hacia
atrás... Su larguísimo cuello parecía almidonado.
Caledonia se puso a llorar. Sus lágrimas cayeron sobre una flor. Sobre la flor estaba
sentada una abejita.
—¡Llueve! -exclamó la abejita. Y miró hacia arriba.
Entonces vio a la jirafa.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué estás llorando?
—¡Buaaa! ¡No puedo mover el cuello!
—Quédate tranquila. Iré a buscar a la doctora doña vaca.
Y la abejita salió volando hacia el consultorio de la vaca.
Justo en ese momento, la vaca estaba durmiendo sobre la camilla. Al llegar a su consultorio,
la abejita se le paró en la oreja y -Bsss... Bsss... Bsss... —le contó lo que le pasaba a la
jirafa.
—-¡Por fin una que se enferma! -dijo la vaca, desperezándose-. Enseguida voy a
curarla.
Entonces se puso su delantal y su gorrito blancos y fue a la casa de la jirafa, caminando
como sonámbula sobre sus tacos altos.
—Hay que darle masajes —aseguró más tarde, cuando vio a la jirafa—. Pero yo sola
no puedo. Necesito ayuda. Su cuello es muy largo.
—Entonces bostezó: -¡Muuuuuuaaa!— y llamó al burrito.
Justo en ese momento, el burrito estaba lavándose los dientes.
Sin tragar el agua del buche debido al apuro, se subió en dos patas arriba de la vaca.
—¡Pero todavía sobraba mucho cuello para masajear!
—-Nosotros dos solos no podemos -dijo la vaca.
Entonces, el burrito hizo gárgaras y así llamó al cordero.
Justo en ese momento, el cordero estaba mascando un chicle de pastito.
Casi ahogado por salir corriendo, se subió en dos patas arriba del burrito.
¡Pero todavía sobraba mucho cuello para masajear!
—-Nosotros tres solos no podemos -dijo la vaca.
Entonces, el cordero tosió y así llamó al perro.
Justo en ese momento, el perro estaba saboreando su cuarta copa de sidra.
Bebiéndola rapidito, se subió en dos patas arriba del cordero.
¡Pero todavía sobraba mucho cuello para masajear!
Profesora Matilde Orciuoli 12
—-Nosotros cuatro solos no podemos -dijo la vaca.
Entonces, al perro le dio hipo y así llamó a la gata.
Justo en ese momento, la gata estaba oliendo un perfume de pimienta.
Con la nariz llena de cosquillas, se subió en dos patas arriba del perro.
—¡Pero todavía sobraba mucho cuello para masajear!
—-Nosotros cinco solos no podemos -dijo la vaca.
Entonces, la gata estornudó y así llamó a don Conejo.
Justo en ese momento, don conejo estaba jugando a los dados con su coneja y sus
conejitos.
Por eso se apareció con la familia entera: su esposa y los veinticuatro hijitos en fila. Y todos
ellos se treparon ligerito, saltando de la vaca al burrito, del burrito al cordero, del cordero al
perro y del perro a la gata. Después, don Conejo se acomodó en dos patas arriba de la gata.
Y sobre don conejo se acomodó su señora, y más arriba también -uno encima del otro- los
veinticuatro conejitos.
—¡Ahora sí que podemos empezar con los masajes! -gritó la vaca-. ¿Están listos
muchachos?
—-¡Sí, doctora! -contestaron los treinta animalitos al mismo tiempo.
—-¡A la una... a las dos... y a las tres!
Y todos juntos comenzaron a masajear el cuello de la jirafa Caledonia al compás de una
zamba, porque la vaca dijo que la música también era un buen remedio para curar dolores.
Y así fue como -al rato- la jirafa pudo mover su larguísimo cuello otra vez.
—-¡Gracias, amigos! -les dijo contenta-. Ya pueden bajarse todos.
Pero no, señor. Ninguno se movió de su lugar. Les gustaba mucho ser equilibristas.
Y entonces -tal como estaban, uno encima del otro- la vaca los fue llevando a cada uno a su
casa.
Claro que los primeros que tuvieron que bajarse fueron los conejitos, para que los demás no
perdieran el equilibrio...
Después se bajó la gata; más adelante el perro; luego el cordero y por último el burro.
Y la doctora vaca volvió a su consultorio, caminando muy oronda sobre sus tacos altos. Pero
ni bien llegó, se quitó los zapatos, el delantal y el gorrito blancos y se echó a dormir sobre la
camilla. ¡Estaba cansadísima!

"Un cuento de amor y amistad" Luis María Pescetti

Pablo, el que hacía caca en un establo, le dijo a Inés, la de la caca al revés, si quería jugar con él y con Rubén, que hacía caca en un tren. Inés estaba con Sofía, la que hacía caca todo el día, y le contestó que no. Pablo, el de la caca para el diablo, se enojó.

Justo pasaba por ahí, la maestra Teresa que hacía caca con frambuesa, y le dijo:


Pablo, el que hace caca cuando le hablo, no le digas así a Inés, la de la caca de pez. Mejor vete a jugar con Luis, el de la caca y el pis, o con Gustavo, el de la caca por centavo.

Pablo le contestó:

Señorita Teresa, que hace caca con destreza, lo que pasa es que ellas, las que hacen caca tan bella, nunca quieren jugar con nosotros, que hacemos caca con otros. Las invitamos y no quieren y a nuestra caca la hieren.

La maestra Teresa, que hacía caca en una mesa, miró con mucho cariño a Pablo, el que hacía caca en un vocablo, y le preguntó:

¡Ay tesoro, el que hace caca de loro! ¿No será que estás enamorado de ellas, que hacen caca con estrellas?

Justo llegaba Tomás, al que la cada das, y cuando oyó eso le dijo a la señorita, que hacia caca tan finita:

Es verdad maestra, la que la caca le cuesta, él está muy enamorado de Sofía, la de la caca en las vías…

Y Pablo, que no estaba enamorado sino muy enamoradísimo, se puso colorado de enojo y les contestó:

¡No es cierto! ¡Y tú, Tomás tomalosa, que hace la caca en Formosa, tú gustas de Inés, que hace una caca por vez!

¡Mentiroso! ¡Mira, Pablo pableta, que hace caca en bicicleta, mejor te callas!

La señorita Teresa, que tenía caca en la cabeza, los miró y les dijo:

Pablo Pablito, caca de pajarito, y Tomás Tomasito, caca de perrito, ustedes son amigos y no tienen que pelearse ni por la caca enojarse. Por ahora vayan a jugar entre ustedes, que ya va a llegar el día en que esas niñas, con la caca en trensiñas, los buscarán para jugar.

Pablo y Tomás, salieron corriendo abrazados, haciendo caca de parados, y se olvidaron de preguntar si trensiñas quiere decir algo o nada más lo inventó la señorita haciendo caca con palabritas.